Patricia Berry: “¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es un cohete? …”

Patricia Berry

Todos estamos inquitos por los niveles que ha alcanzado el tipo de cambio, pero se trata de la fortaleza del dólar, y no de debilidad del peso. Todas las monedas libres se han depreciado porque el dólar de Estados Unidos es la moneda del país con las mejores condiciones y la mejor perspectiva en este momento. Pasando el alza de la tasa del Fed vendrá la discriminación y el peso podrá tomar el nivel que merece.

 

El dólar, medido a través del Índice del dólar (el dólar vs una canasta de monedas de sus principales socios comerciales – euro, yen, libra esterlina, dólar canadiense, corona sueca y franco suizo) abrió el año 2014 en 80.

Registró su mínimo a la mitad de mayo en 79, y de ahí subió casi sin parar hasta 100 en marzo pasado. De marzo a mayo se debilitó hasta 93, y desde entonces se ha recuperado para rondar 98 actualmente.

 

Normalmente, un inversionista decide comprar una moneda, y no otras, porque corresponde con una economía que goza de mejores condiciones que las demás: mayor estabilidad política y social, finanzas públicas más sanas, mejores perspectivas de crecimiento, bajo riesgo de deterioro, tasas de interés relativamente más altas, mercados más líquidos, etc.

En el último año, que es más o menos el período de tiempo que ha tomado este gran movimiento en las monedas, las condiciones de Estados Unidos han mejorado claramente. El crecimiento ha venido mejorando y 2.5% parece ser el ritmo sostenible por ahora. El mercado laboral se ha recuperado consistentemente y se acerca a pleno empleo, mientras que los salarios comienzan a responder al alza. El sector residencial va cobrando fuerza. El consumo es el motor principal del crecimiento. La industria y la inversión no se han comportado a la par, en buena medida por el desplome de los precios del petróleo y el daño que le provocó a ese sector en particular. La inflación, por otro lado, sigue baja, aunque ya no en riesgo de caer en deflación. En resumen, la situación ha mejorado tanto que el Fed terminó con su programa de estímulo cuantitativo el año pasado, y está por subir la tasa de interés en cualquier momento, probablemente en septiembre. En este entorno, la perspectiva es positiva: lo más probable es que el crecimiento y las condiciones que lo propician, sigan mejorando en el futuro previsible, siempre y cuando no surja algún fenómeno negativo impredecible, de esos que llaman cisnes negros.

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En el resto del mundo, con la excepción de Inglaterra, ningún otro país desarrollado se encuentra siquiera cerca de reunir las condiciones de Estados Unidos. Según el país de que se trate, el crecimiento es demasiado bajo, o el desempleo es altísimo, o los precios coquetean con deflación, o el consumo no responde, o dependen demasiado de exportaciones que siguen si recuperarse, o los ahogan las deudas, o enfrentan una combinación de varios de estos problemas.

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Y, en cuanto a los países emergentes, la situación no puede ser mucho mejor, ya que dependen del consumo de los desarrollados. Los países asiáticos, incluyendo a Australia y Nueva Zelanda, necesitan de China, que actualmente está en plena desaceleración. China necesita de todo el mundo pero especialmente de Europa, igual que los emergentes de Europa del Este, cuando la Unión Europea apenas está intentando levantar la cabeza. Sudamérica se ha ligado a China en los últimos años, y el deterioro en sus economías es palpable, empezando por Brasil.

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Para colmo, los precios de la mayoría de las materias primas, industriales y agrícolas, se encuentran en claras tendencias a la baja. Con el mundo creciendo tan poquito y luchando contra tantos problemas, la demanda por commodities se ha venido abajo, empezando por China, el mayor consumidor de casi todas. Así que los países productores de estos bienes, además, tienen este gran factor en contra. A la mente vienen, por ejemplo, Canadá, desarrollado, y Australia, en desarrollo.

El caso es que, si Estados Unidos es el único país que sobresale porque es el más sano, es lógico que su moneda sea la preferida para invertir, y que el dólar se haya apreciado contra prácticamente todas las divisas del mundo en el último año. Además, también es lógico pensar que esta situación durará por mucho tiempo, porque las demás economías tomarán tiempo en recuperarse. Y con mayor razón si en Estados Unidos comienzan a subir las tasas de interés, cuando en el resto del mundo las tasas siguen bajando.

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México se cuece aparte

México se encuentra en una situación singular porque es el único país emergente que depende casi totalmente de Estados Unidos, la única economía que está avanzando. Además, la economía mexicana, aunque de ninguna manera se encuentra en una situación boyante, sí está creciendo y manteniendo la estabilidad, por lo menos hasta ahora. Encima, con las reformas, la charola está lista para la inversión, nacional y extranjera, en serio.

Lo único que necesita México para arrancar, es que despegue la economía de Estados Unidos.

Sin embargo, nada de esto parece reflejarse en nuestro peso:

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En 2014, el tipo de cambio abrió con un máximo en 13.60, para después fortalecerse hasta 12.80 en los primeros días de junio. A partir de entonces, el peso se ha debilitado prácticamente sin descanso hasta casi 16.50, a pesar de las subastas de dólares por parte del Banco de México, que han asegurado la liquidez en el mercado cambiario.

Como veíamos la semana pasada, pretextos no han faltado: la caída del precio del petróleo, la expectativa de alza de la tasa del Fed, la volatilidad en los mercados globales por Grecia, y no dude que hasta la fuga del Chapo Guzmán provocó venta de pesos. Sin embargo, a nosotros nos parece que, por sobre todas estas cosas, está el hecho de que México es una economía emergente; y las economías emergentes, por definición, se consideran más vulnerables cuando los mercados se ven afectados por eventos globales.

Creemos que la debilidad del peso persistirá, en paralelo con el resto de las monedas, hasta que suba la tasa de interés del Fed, y se encuentre un nuevo y más estable estado de las cosas. Cuando eso ocurra, comenzará la discriminación entre los países que están mejor, y los que están regulares o de plano mal – a partir de ese momento, el desempeño de las monedas reflejará las diferencias, y, sin lugar a dudas, el peso se fortalecerá contra el dólar.

En este momento, no sabemos cuándo se apreciará, o qué tan rápido y hasta dónde, pero sí sabemos que el peso está sumamente subvaluado.

Como sabiamente me dijeron el otro día, “el peso no tiene problemas, es el dólar el que se está fortaleciendo”.

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