Patricia Berry: “Vino, llegó y se fue… la junta del Fed”

Patricia Berry

El Fed mantuvo la tasa de interés sin cambio. La decisión significa que la tasa de interés puede subir en octubre o en diciembre, donde se concentran las apuestas, y quizá hasta marzo de 2016, dependiendo de los datos, como siempre, pero también de los mercados y de la economía de China.

 

Finalmente, el Fed decidió dejar la tasa de interés sin cambio.

En realidad, nadie sabía lo que iba a pasar; era un volado. En la última encuesta entre 80 economistas, 45 pensaban que la tasa quedaba igual y 35 creían que iba a subir. En la última ronda de preguntas a operadores especialistas del Fed, 12 consideraban que no habría cambio en la tasa y 10 aseguraban que se incrementaría. A juzgar por los comentarios en entrevistas y conferencias antes de la reunión, los miembros del Comité de Mercado Abierto del Fed estaban igualmente divididos al comenzar la junta.

Al final, el Fed explicó que la economía de Estados Unidos está creciendo moderadamente y que el mercado laboral sigue fortaleciéndose, pero también que la inflación sigue muy baja y muy lejos de la meta de 2%. El Fed considera que, en buena medida, la baja inflación se debe a los bajos precios de los energéticos y de las importaciones, resultado de la fortaleza del dólar, condiciones que son temporales. Pero, además, la situación de la economía global y de los mercados financieros internacionales no es buena, especialmente en China y los mercados emergentes, y esto también presiona los precios a la baja. Esta incertidumbre internacional adicional les pareció razón suficiente para esperar un poco más de tiempo antes de subir la tasa de interés.

Al margen de la decisión en sí, a nosotros nos parece muy relevante que, desde hace tiempo, estamos siendo testigos de la evolución de la determinación de la política monetaria. Si vamos a ser capaces en el futuro de prever los movimientos de política monetaria de los bancos centrales, debemos estar conscientes de que las cosas ya son diferentes. Los cambios más importantes han empezado con el Fed y con el Banco Central Europeo, pero han acabado teniendo alcance internacional.

De los primeros cambios fue la implantación de medidas de estímulo no convencionales, totalmente nuevas, que poco a poco han ido adoptando otros bancos centrales alrededor del mundo. Nos referimos a medidas como la compra de bonos en el mercado para inyectar liquidez, o al cobro de intereses a los bancos por mantener sus reservas en el banco central, para inducir el otorgamiento de crédito.

Históricamente, al tomar decisiones sobre la tasa de interés, el Fed solía tomar en cuenta sólo, y únicamente, la situación y la perspectiva de la economía de Estados Unidos. En este nuevo entorno globalizado, esto ya no es suficiente – lo que pase en un país puede tener repercusiones para el mundo entero. Así que ahora vemos que la situación económica y financiera internacional también juega un papel importante en las decisiones de política monetaria. Simplemente, esta semana, el Fed mantuvo la tasa de interés sin cambio principalmente por la riesgosa situación de la economía de China.

También históricamente, el Fed había tomado las decisiones de política monetaria con base, casi exclusivamente, en los datos de la economía que se iban publicando, y en el panorama que iban pintando. Y esto también está cambiando. La volatilidad en los mercados – las fuertes y frecuentes subidas y caídas de los precios de los activos financieros – las percepciones y la aversión al riesgo, claramente están teniendo un impacto en la inversión, en el consumo y, por lo tanto, en la economía. Ya es un fenómeno que los bancos centrales no pueden ignorar.

Todo esto viene a colación porque la decisión del Fed significa que nada cambia. La incertidumbre se mantiene intacta y las dudas son las mismas – cómo evolucionan las economías de Estados Unidos, la Zona Euro, Inglaterra, China y Japón; qué retos enfrentan y cómo los abordan; cuáles son los riesgos y la probabilidad de que cristalicen; cuáles son las repercusiones para los países emergentes y cuáles son los más vulnerables.

Y seguirá siendo muy importante el comportamiento de todos los mercados – divisas, bonos, acciones y commodities – que son un mecanismo de previsión de las condiciones de la economía, y un reflejo de la confianza de la gente.

Por lo pronto, volviendo al día a día, la decisión del Fed ahora significa que la tasa puede subir en octubre o en diciembre, donde se concentran las apuestas, y quizá hasta marzo de 2016, dependiendo de los datos, como siempre, pero también de los mercados y de la economía de China.

El sentimiento que queda después de la junta del Fed es un tanto pesimista.

El hecho de que no hayan subido la tasa por cierta preocupación por la inflación en Estados Unidos, y también por el riesgo que corren China y otros países emergentes, hace que muchos piensen que las cosas están peor de lo que se pensaba.

La reacción de los mercados, mientras tanto, nos llamó la atención. El dólar perdió terreno contra las monedas desarrolladas, como era de esperarse porque no tiene el atractivo adicional de tasas más altas; pero las monedas emergentes se fortalecieron, entre ellas el peso, ya que no hubo alza de tasa que perjudicara a las economías o incrementara la salida de flujos. Las tasas de interés de los bonos bajaron fuerte en todo el mundo, arrastradas por las de Estados Unidos. Las materias primas tendieron a repuntar porque la baja del dólar las abarata. Y las bolsas desarrolladas bajaron, lideradas por las acciones de bancos y empresas de servicios que se hubieran beneficiado de tasas más altas, al tiempo que la mayoría de las emergentes subieron, en reacción a las tasas bajas y la posibilidad de menores flujos de salida.

Evidentemente, los mercados reaccionaron únicamente al hecho de que no subió la tasa del Fed, sin tomar en cuenta la razón por la que no subió. Y a nosotros nos parece más importante la razón, porque son las condiciones que seguirán predominando, y no son condiciones precisamente alegres.

Nos parece lógico, entonces, que, más pronto que tarde, el comportamiento de todos los mercados se alineen, especialmente el de los países emergentes que, después de todo, son los que están en mayor riesgo.

La realidad es que la situación está muy frágil y los riesgos para la economía global no son para nada despreciables. Pensamos que, al final de cuentas, el dólar volverá a ser la moneda más fuerte porque tiene la mejor economía, alza de tasa o no, y que las monedas emergentes volverán a debilitarse. Las tasas de interés encontrarán un piso y empezarán a repuntar de nuevo conforme se acerque la siguiente junta del Fed. Las materias primas no tienen por qué subir si la demanda sigue débil y, de hecho, puede deteriorarse todavía más. Y las bolsas seguirán corrigiendo porque a lo que responden es a la expectativa de crecimiento, que hoy por hoy está en duda.

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